domingo, diciembre 28, 2008

THE SPIRIT



Menudo chasco me he llevado con la opera prima de Frank Miller para la gran pantalla. No esperaba que pudiese alcanzar los niveles de la estupenda Sin City (Robert Rodríguez y Frank Miller, 2005), pero sí creía que un creador de comics como él podría sacarle más jugo a una historia que yo particularmente desconocía y que me ha decepcionado, mucho.
Partiendo de que el argumento es malo, los diálogos son penosos ("¡Qué alguien me traiga una corbata, y que sea roja!", grita Spirit dispuesto a comerse el mundo a puñetes), por no hablar de las digresiones / idas de olla del protagonista hablando de la ciudad, su ciudad, su todo, yo pensaba que la imagen, que esa recreación de la viñeta iba a estar más trabajada, más pensada. Y, una vez más, se equivocó la bolboreta. Se equivocaba.
No me puedo quitar de la mente el incio del film, con un Spirit que corre a trompicones por los tejados de Central City, recreado por ordenador con tan mala factura (y baba, añadiría) que las carcajadas han de reprimirse para no molestar al sufrido espectador, no vaya a ser que le guste la película (si os cuento que me las he visto para encontrar una imagen decente para el post no me creeríais, pero así ha sido amigos).
Y si nos referimos a los participantes que dan la cara por el director, no van a salir mejor parados. De Paz Vega no quiero ni hablar, porque no merece la pena gastarse la huellas dactilares tecleando para mencionar su "trabajo" inexistente.
Eva Mendes, qué decir de una actriz de la que es obvio, y mucho, el saber por qué le contratan.
De Gabriel Match se podría decir que está correcto, poco más.
De los que sí que quiero hablar, porque son los que salvan la película, si es que eso se puede lograr, que lo dudo, es de Samuel L. Jackson y Scarlett Johansson. El malo malísimo es una coña marinera, realmente ridículo y desquiciado en sus papeles de nazi, ruso y japonés (un personaje que se interpreta en múltiples facetas, acompañado de decorados especialmente pixelizados para la ocasión - que no pixelados). Jackson está muy bien en el papel de este Octopus (¿pero cuántos villanos han sido bautizados así?) tan loco que engancha. Me gustan sus patillas, su atrezzo personalizado y personalizable, todo. Está muy bien.
Y como contrapunto la rubia Johansson, muy seria y eficiente ayudante, más bien cerebro cabal, de Octopus. Es consciente de su atractivo, quizás más evidente en su cerebro que en sus curvas (al contrario que la Mendes) y lo explota al máximo (y hablo de personaje, pero también de actriz). Lo dicho, es por ellos que el film se salva, que si no...
Ahora lo dejo en vuestras manos. Vosotros, sabios cinéfagos, sabréis canalizar la mala leche que aquí plasmo y decidir si merece la pena o no gastarse los cuartos. Ya me contaréis.
¡Salud!

miércoles, diciembre 24, 2008

CINE, CINE, CINE...




¡Ay! Me siento tan afortunada de poder disfrutar de buen cine... Películas tan increíbles como El golpe (The sting, George Roy Hill, 1973) y El fotógrafo (The Cameraman, Edward Sedgwick, 1928) hacen que la profesión escogida merezca la pena.
Qué decir de dos de los más grandes: el tristemente desaparecido Paul Newman borda un papel que parece hecho a medida. Con esa cara, con esa mirada, nos engaña a todos, puede hacer de su víctima lo que quiera. No olvidemos esa partida de cartas, genial se mire por donde se mire.
Robert Refdord está estupendo en su papel vengativo. No me digáis que el final no es maravilloso. Y esa estructura en forma de cuento... No me salen las palabras y el ordenador no llega a tanto.
Pero de quién os quiero hablar de verdad y con todas mis ganas, una vez más, es del señor "Buster" Keaton. El pasado domingo asistí por primera vez a la experiencia litúrgica que es ver una película como The Cameraman en el Cine Doré. ¡Madre mía, qué sitio más entrañable! La estructura del antiguo teatro, el colorido (azul, azul y... azul), la gente de todas las edades que se acomoda a tu lado para reir y reir sin parar... Vamos, que merece la pena, seguro.
La película es genial y Keaton vuelve a arrebatarme el corazón con su rostro inexpresivo e inalterable. ¿Sabéis lo que me pasó estando inmersa en la película? Pues que este adoable personaje me hizo llorar mientras la sonrisa desbordaba mi rostro, no sé muy bien cómo me provocaba alegría y una enorme tristeza a la vez. Es el único que lo ha logrado nunca. Bueno, en realidad sí que sé por qué: porque todo lo que hace por ver a la chica, por pasar aunque sea un segundo a su lado es tan hermoso que no puedo evitar el llanto al ver cómo no le sale nada de lo que intenta, porque lo intenta todo y con todas su fuerzas. Pero, a la vez, tiene gags tan buenos que la sonrisa se escapa sin premeditación y, en ocasiones, la carcajada, pocas, muy contadas, pero espontáneas, eso sí.
Todo esto me hace pensar que me reafirmo en mis ideales, que me gusta lo que hago, que me gusta cómo soy, que así seguiremos en el año que viene.
Os deseo lo mejor en estas fechas, hoy y siempre. Que os regalen muchas películas y que ellas os deparen muchos sueños.

domingo, diciembre 14, 2008

OCULTA ENTRE LAS SOMBRAS...


... pero aquí sigo, y ya recuperada del súbito mal que me alejaba de cualquier cosa que me recordase al cine. ¿Saturación, aburrimiento, impotencia por no poder ser omnipresente y cotillear todo, absolutamente todo lo que se está haciendo? Qué sé yo. Tal vez sea que la faceta más crítica se impone de vez en cuando y me absorbe hasta el punto de descuidaros a vosotros, los fieles lectores que me seguís y me abroncáis dulcemente por abandonaros. Con toda la razón.
Pero he vuelto, con fuerzas renovadas y dispuesta a que nada ni nadie, de ninguna de las maneras, me impida seguir escribiendo. Y regreso a mi casa para hablaros de una película de reciente visualización que responde a un tema truculento y polémico, muy recurrente desde hace unos meses en mis visionados peliculeros.
Ya os hablé de Cuatro meses, tres semanas, dos días... (C. Mungiu), pero no lo hice de Trabajo ocasional de una esclava (A. Kluge), y no lo hice por la simple razón de que no me inspiró en absoluto como para comentar algo.
En este caso, la película de Mike Leigh me inspira porque me emociona. Casi se me saltan las lágrimas al ver a una mujer que va envejeciendo y se hace cada vez más pequeña según van ocurriendo los sucesos que le destrozan la vida, una vida construída en torno a la felicidad y el bienestar de los demás. Y no puedo dejar de pensar: ¡mierda! ¿Por qué a ella? ¿Por qué tenía que ocurrirle a esta mujer, ignorante pero maravillosa, incapaz de comprender lo que suponen sus actos más allá del hecho de creer que está ayudando, simplemente eso?
No este un blog con inquietudes políticas o morales, por lo que no voy a entrar en juicios que a nada llevarían. Sólo quiero destacar el trabajo de Imelda Staunton, tan creíble que asusta. Ella es Vera Drake, bebedora compulsiva de té, amante madre y esposa, amiga de sus amigos y de cualquiera que acepte su desinteresada ayuda, en ocasiones cansina, pero no por ello menos bondadosa. "Es una joya" como dice Stan en algún momento del film.
La historia pone los pelos de punta, en parte gracias a la buena fotografía, cercana al documental, que nos aproxima, como si a través de un microscopio espiásemos, a la vida de una familia de clase media - baja de la Inglaterra de principios de los 50. Y una familia curiosa, de ello no hay duda. Los actores permiten que el espectador se los crea, que compartamos sus vivencias, escasas hasta el terrible acontecimiento.
No reflexiono sobre ello, no juzgo lo acontecido, en este caso me quedo en la superficie de la piel de celuloide para hacer este comentario. Me gustan los actores, me gusta Imelda, mucho, me gusta la recreación de la gente, de la época, me gusta la fotografía, me gusta cómo tratan a Vera, me gusta la bondad de Vera.