miércoles, diciembre 09, 2009

SOBREDOSIS ORIENTAL

Los asiduos lectores que se acercan a esta humilde morada sabrán del gusto de la que aquí escribe por el cine oriental. En esta ocasión debo hablarles de no una sino dos películas japonesas, muy interesantes a mi parecer. Llega el momento de que les explique el porqué.
La primera de ellas es Still walking (Aruitemo, aruitemo; Hirokazu Koreeda, 2008).



La historia de una familia cualquiera, con sus problemas y la falta de comunicación que tanto gusta a los cineastas orientales de las últimas generaciones (es sintomático que les preocupe tanto este hecho). Las relaciones entre padres e hijos nunca son sencillas pero si los impedimentos para el contacto pasan por el recuerdo de un hijo muerto, el mejor de los dos varones, y por la desilusión por no tener un vástago médico como el padre, las cosas se complican.
Me planteo la posibilidad de colocar en este punto unas mayúsculas rezando la consabida leyenda de spoilers, pero me doy cuenta de lo absurdo que sería. Koreeda no nos cuenta nada en especial. Ni lo pretende. Simplemente se vale de imágenes cuidadosamente enmarcadas e iluminadas, con encuadres que, en ocasiones, se quedan a ras de tatami, para mostrar realidades, momentos de reunión familiar como los que se dan en nuestras casas. Las mujeres preparan la comida mientras los hombres ayudan (los más jóvenes) o deambulan (el anciano patriarca) aguardando el momento de sentarse a la mesa.


Con escaso artificio nos muestra tradiciones y rituales propios de la cultura japonesa, como los momentos ante el cuidado altar erigido por el hijo perdido o las labores de preparación de la gastronomía nipona, y demuestra ser un buen seguidor del arte del gran Yasujiro Ozu. En ocasiones la realidad supera la ficción en interés. Y si los intérpretes dan la talla, huyendo de sobreinterpretaciones y amaneramientos, para qué queremos más.


La segunda película visionada es Despedidas (Okuribito; Yohiro Takita, 2008). Aunque emparentada en cierto modo con la anterior, debido a la alusión hacia la muerte de aquélla, Takita va más allá y convierte el tema en el argumento principal del film.


Con un protagonista, amortajador a su pesar, que recuerda en ocasiones al maravilloso Nino Manfredi en El verdugo (salvando las luengas distancias, claro está), se pone de relieve la importancia ceremonial que se otorga al momento de la muerte en Japón. Lo que comienza siendo prácticamente una comedia se torna belleza en estado puro y emoción desbordada ante los ultimos cuidados ofrecidos a los seres queridos.

El uso de los kimonos, el ritual de los baños públicos, la gastronomía, una vez más, la frialdad de los nipones ante los sentimientos (los abrazos de los protagonistas y la escena en la cocina, la más ¿torrida? de la película, me dejaron alucinada. Nunca me acostumbro a esa insensibilidad contrapuesta a nuestra cultura táctil)... Todo ello es mostrado con ese toque a medio camino entre la amargura de la muerte y la dulzura de unos sentimientos que acaban por aflorar.


De nuevo, la técnica al servicio de la historia, con una fotografía luminosa que se sirve de escenarios naturales para crear hermosas postales, con una dirección que se hace notar en determinados momentos, como para sacudir al espectador sutilmente, no vaya a ser que se introduzca demasiado en la hermosa narración.

Una vida que surge de entre las historias de los que se van. Una cinematografía, la japonesa, que resurge de sus cenizas. Dejémoslo estar. Siempre sorprendente. Siempre periferia.

miércoles, noviembre 25, 2009

CACHÉ (MICHAEL HANEKE, 2005)

Durante las últimas semanas he estado participando en un taller de crítica de cine organizado por la Comunidad de Madrid. Cada día una proyección y un debate con gentes de la crítica, unos días mejor y otros peor. Ayer cerramos el taller con la intervención de Alexander Zárate y Jordi Costa. Éste último siempre me deja fascinada. ¡Qué tío más lúcido y qué claro lo tiene todo!
A los asistentes se nos ha propuesto un concurso cuyo premio consiste en publicar una crítica en la Guía del Ocio. Para participar debíamos escoger una de las películas visionadas y hacer una pequeña reseña. Mi elección, Caché.



Cuando el público se enfrenta a una película de Michael Haneke suele estar prevenido. El concepto de sadismo a menudo se liga a su obra a pesar de que el propio autor lo rechace. Pero lo cierto es que tras ver historias extremas y dolorosas como las narradas en El vídeo de Benny (Benny´s video, 1992) o Funny Games (1997) se puede comprobar cómo el objetivo no es sino provocar incomodidad en el espectador.

Caché no es una excepción y cuenta con muchas de las premisas básicas de su cine. Una vez más, la historia de una familia es la excusa perfecta para mostrar carencias sociales. Con la alusión a la Guerra de Argelia de fondo, Haneke nos propone un juego voyeurista al que el espectador se presta sin valorar las consecuencias. El misterio a desvelar es demasiado suculento como para cerrar los ojos y, no lo podemos negar, cuando los sucesos ocurren en una familia como la de Georges, donde todo emana un halo de perfección, la curiosidad y el morbo son mayores.



El uso de un esquema simple, roto por un flashback onírico e imprescindible dado su contenido informativo, ayuda a marcar un tempo in crescendo que deja sin aliento. No se trata de un ritmo trepidante, que no es lo pretendido; Haneke consigue esta intensidad porque nos pone contra las cuerdas sirviéndose de un elemento que tan bien está funcionando a lo largo de su carrera: el mostrar las evidencias de la doblez humana. Nadie está a salvo ante su mirada, el cineasta parece conocer todos los secretos, por muy ocultos que éstos estén, y no duda en sacarlos a relucir aunque sea un ejercicio doloroso. Y logra que el espectador salga pensativo de la sala; remueve conciencias, sí, pero nos deja indefensos porque no ofrece solución alguna. Este demiurgo no juzga, no se implica, se limita a observar y mostrar acontecimientos de una forma un tanto desconcertante para el espectador. Al no intervenir, la sensación de realidad es tal que en ocasiones permanecemos sin saber la respuesta de alguna de las preguntas, como si estuviésemos espiando a través del ojo de una cerradura y nuestro objetivo se moviese constantemente sin dejarnos ver todo lo que sucede tras la puerta.



La acción discurre tranquilamente, sin prisas, y los personajes van mostrándose dejando de lado las máscaras bajo las que se ocultaban en un principio. La fotografía naturalista ayuda a crear la sensación de realidad buscada obviando artificios que no hubieran hecho sino estorbar.

Destaca el papel de Daniel Auteil que, aunque contenido al inicio, cada vez se muestra más desquiciado. El suyo es un personaje absolutamente ególatra, sin principios y cruel. Su evolución es nula y la conclusión, desoladora. No hay aprendizaje posible en un mundo hedonista donde sólo cuenta el bienestar. Se trata de la pretensión última de Haneke, la búsqueda de una reflexión que ha de producirse a la fuerza, porque somos sacudidos con una violencia tal que no podemos cerrar los ojos ante la realidad. Una vez más, el resultado es el ansiado.


viernes, noviembre 13, 2009

COLABORANDO EN DMOOVE

Pues sí, gracias a May, ahora tengo un nuevo espacio donde volcar el producto de mi amor por el cine y la música.
dMoove es una página web dedicada al baile y su blog está reservado para artículos varios sobre cine musical, espectáculos, danza...

No os la perdáis.

http://www.dmoove.com/


http://news-dmoove.blogspot.com/

martes, septiembre 01, 2009

AGOSTO

Para que luego se diga que en agosto no se estrena nada decente y que la cartelera agoniza en el insoportable estío (este año lo está siendo). Pues no, señores. He de decir que en estos calurosos días he podido disfrutar de las mejores películas en lo que va de año. Y, siguiendo con la tónica habitual de los últimos meses, decido comprimir mis pensamientos y contarles de todo un poco.
Empiezo con Enemigos Públicos (Michael Mann, 2009), la crónica del último año de un John Dillinger bien interpretado por Johnny Depp. Ya saben de mi debilidad hacia el particular actor pero, siendo objetiva, he de decir que se trata de un currante solvente y versátil y su interpretación es impecable a la hora de mostrarnos la humanidad y lealtad de un criminal que se vengó de la sociedad de la peor forma posible.




Michael Mann se vale de una fotografía impresionante gracias a la cual, y en ocasiones, parece que se olvida de la historia que tiene entre manos y se dedica a regalarnos con planos maravillosos y movimientos trepidantes, con el peligro de caer en un esteticismo vacío (me encantó el plano del reflejo de los árboles en un pulido capó, imagen incompleta sin la famosa frase en off "¿Te gusta conducir?"). Las escenas del tiroteo en el bosque son magníficas pero en ocasiones provocan que el espectador se haga un lío tremendo con tanto actor corriendo, tanto abrigo maravilloso y tanto fogonazo en colores vivísimos (como se nota el vídeo, señores, y esto no me gusta nadita).





Pese a ello, la historia interesa (los años 30 y sus gangsters y malos malísimos siempre interesan) aunque se le achaque al director el que los personajes estén desdibujados. En realidad, éstos son meros puntales para mostrar el único personaje que interesa: Dillinger. Ni más ni menos. Ni siquiera Purvis, interpretado por un Christian Bale con cara de palo, merece más segundos en pantalla. El famoso asaltante de bancos se convirtió en una estrella mediática y lo demás no importa. Por lo menos, a mí no. Es por ello que me molesta la presencia de Billie que, aunque sé que es necesaria para mostrar esa otra cara de Dillinger, me resulta empalagosa y pesada.

En líneas generales la película es satisfactoria, el elenco de actores es realmente bueno y cuenta con una banda sonora magnífica (Ten million slaves, de Otis Taylor, es la canción más sensual que he escuchado en mucho tiempo. Me encanta) que, junto con la mencionada fotografía de gran calidad, depara buenos momentos al espectador, ya congelado en la nevera que utilizan a modo de sala en ciertos cines.






Sigamos con la provocación del año: Anticristo (Lars von Trier, 2009). En el anterior post les hablaba del experimento titulado Cinco condiciones como muestra del carácter del cineasta danés que en esta ocasión, y una vez más, demuestra sus paranoias personales. Anticristo es la catarsis absoluta para sus males.

Se trata de un ejercicio que, desde el punto de vista formal, es magnífico. Como ya viene siendo costumbre, la historia se divide en varios capítulos precedidos por un prólogo y cerrados por un epílogo. Y pienso precisamente en el prólogo cuando hablo de la forma, con esas maravillosas imágenes en blanco y negro acompañadas de la increible interpretación de Lascia che´io pianga del Rinaldo (Händel) interpretada por Tuva Semmingsen.






También son destacables las hermosas imágenes del bosque, cuando la "paciente" decide hacer caso a su psicólogo personal y da forma a sus miedos. Miedos adquiridos a partir de una experiencia en la naturaleza que provoca la locura, que no entendemos muy bien pero que está latente desde el inicio, algo de lo que el espectador se va dando cuenta según transcurren los minutos, y eso es lo grave. No puedo olvidar esa fotografía del pequeño calzado al revés, tal vez la imagen más terrible del film pese a las mutilaciones y la sangre que corre a chorretones por doquier (¡qué mal cuerpo, señores!).



Como si de un homenaje hacia de Bergman se tratase, Von Trier inicia la película mostrando la vida de una pareja que ha de superar una experiencia traumática, y la termina hablando de brujería, mujer y naturaleza, todo ello íntimamente entrelazado. La idea me parece interesante, sin embargo he de decir que la puesta en escena es un tanto brusca y se pasa de un inicio pausado, bien llevado a cabo, a un desenlace demasiado acelerado, sin transición alguna. Tal vez sea lo que el cineasta busca, pero pienso que de esta forma pierde la atención de un espectador que se queda con lo escabroso de las imágenes y no se molesta en ver más allá, en escarbar en la piel de ese personaje magistralmente interpretado por Charlotte Gainsbourg (Willem Dafoe no se arreda y demuestra, una vez más, que lo suyo son los caracteres complejos).



Me parece una película magnífica, con una factura impecable, con dos personajes de caracteres sumamente complejos (la tarea para el espectador se presenta ardua pero realmente interesante) pero, insisto, creo que necesita de un tempo más moderado, de un respiro hacia el espectador, de un final menos abrupto y de un epílogo menos carnavalesco (me sobran todas esas mujeres subiendo un monte que más bien parece un homenaje hacia el crístico Dafoe encaramado a su montaña y presto a recitar su sermón una vez más). Tal vez hiera susceptibilidades; yo creo que la locura humana no entiende de eso, actúa y no juzga. No lo hagamos nosotros, no nos quedemos en la superficie. El simbolismo va más allá y, como bien dice ese zorro propio de Saint - Exupéry, el caos reina.


Por último, quisiera hablarles de la última película perpetrada por Isabel Coixet: Mapa de los sonidos de Tokio (2009). Mediante una estética más propia de Won Kar - wai y de las yakuza que de ella misma, la cineasta nos introduce de lleno en el mundo japonés sin escatimar referencias que apestan a tópico y arrastrando a su paso homenajes que le suponen más un lastre que otra cosa.



Como digo, la cosa huele demasiado a referencias hacia autores de culto como el propio Wai, con imágenes calcadas y una banda sonora que pretende emular el buen gusto del chino y que se queda en meras versiones japonesas de clásicos de Edith Piaf (salvo la honrosa excepción de la canción de los títulos de crédito, muestra del buen hacer de Antony, una vez más).



A pesar de ello, se podría decir que la película resulta entretenida y sería hasta bonita si Sergi López no lo impidiese. Y no le echo la culpa a él, que conste, pero hay que decir que Rinko Kikuchi, con su juventud y su frialdad, se lo come con patatas en cada escena. Ella es lo mejor de la película y su personaje lo sería si no se transformase de forma tan radical y no sucumbiese de aquesta forma bajo el influjo del amor (¡qué tendrá SuperLópez que a todas encandila!). Porque esto es algo que queda realmente artificial: una asesina imperturbable, que no confía ni en su mejor y único amigo, se enamora de su próxima víctima en o,2 milésimas de segundo. No sé ustedes, pero yo no me lo creo y, es más, siento que me estan tomando el pelo.


Pese a todo, he de decir que pasé un buen rato en el cine, que estéticamente me gusta la película, que soy fan de Kikuchi desde que la descubrí en Babel (Alejandro González Iñárritu, 2006) y que me reí mucho con la primera escena del sushi-bar y con esa interpretación de Enjoy de silence (Depeche Mode, 1990). Además no podía dejar de pensar en unas palabras de la directora aparecidas en la revista On Madrid el pasado 28 de agosto. Transcribo:

" ... Los comentarios tras Cannes no fueron muy buenos. Woody Allen ya me advirtió que nunca compitiese en un festival. Pero ya me lo imaginaba, me pusieron bien unas cuantas pelis y ahora toca ponerte mal. Me da igual, la crítica de cine no tiene base teórica."

Nada más que añadir salvo ¡¡¡JAJAJAJAJJAJAJAJAJAJAJAJA!!!




Como nota final, decir que, a pesar de haber visto Up (Pete Docter y Bob Peterson, 2009) y constatar que es una maravilla, no creo que vaya a aportar nada nuevo a lo que se ha dicho en otros blogs. Por eso me abstengo de comentar nada más allá de que no creo que haya manera más bella para contar toda una vida condensándola en unas pocas escenas. He dicho.

lunes, agosto 24, 2009

CULTURETA (UNA VEZ AL AÑO...)

Para sofocar los calores estivales nada mejor que dejarse criogenizar en un cine (como sucedió cuando fui a ver Enemigos Públicos – próximamente, crítica en sus pantallas) o en un museo. Decido ir a ver la retrospectiva con la que se homenajea a Juan Muñoz en el MNCARS, que ya va siendo hora.
No es el mejor día porque la entrada es gratuita y va a estar lleno de turistas, pero me arriesgo (¿qué es la vida sin riesgo?) y merece la pena.
Como siempre, recorro los espacios como me place: no importan los itinerarios, si los hay - que no siempre - y voy a contracorriente, sorteando niños que se acercan a las esculturas con malicia (temí por la enana pintada de azul, en serio) y aprovechando la oportunidad de trepar por unas escuetas escaleras de caracol para ver algunos dibujos del artista, meros apuntes como testimonio del proceso artístico.
Qué decir de las esculturas que inundan pasillos, salas y terraza (¡al fin la han abierto!)… Que siempre me han gustado esos tentetiesos que danzan solitarios, aunque parezca que interaccionan entre sí. Tienden sus manos hacia el vacío, esperando una respuesta de su ciego compañero, sin embargo, lo más plausible sería que el propio espectador danzase con ellos.




Los trampantojos en los suelos, los muñecos de ventrílocuo que mueven sus labios sin dejar salir un sonido, los trenes que corren sobre las cabezas de los paseantes o que descarrilan para permitir el juego en su interior, los hombres colgados que se carcajean eternamente (¿de qué se reirán tanto? Tal vez sea el antídoto para semejante existencia), aquellos que ni eso pueden hacer debido a la soga que surge de sus gargantas y les suspende en elegante pose, las figuras que aplastan su rostro contra espejos que permiten el juego con el espectador, buscando tal vez una identidad perdida entre la masa humana… Magnífico.








Pero lo mejor estaba por llegar. Me apetece subir en los cristalinos ascensores para buscar la obra de Saura, quiero gritos y crucificados, pero, antes de encontrarle entre un totum revolutum de pequeñas exposiciones temporales, aparece ante mí una joya que me entusiasma: el tríptico de José Val del Omar, compuesto por Acariño galaico, Aguaespejo granadino y Fuego en Castilla, mi preferida. Es la sorpresa del año, poder ver semejante maravilla en pantalla grande, a pesar del paso de los visitantes y del frío polar que hace en esa sala. Creo que me van a ver mucho el pelo en el Reina en lo que queda de año. Es algo que merece la pena ser visto y a mí me interesa tanto que lo veré una y otra vez.

Con ganas de salir al calor madrileño me encamino a la tienda, por si hay algo que merezca la pena, y me encuentro con un saldo de libros, entre los que destaca la Filosofía del diseño, de Vilém Flusser. Me hago con él y, más contenta que unas castañuelas, decido seguir con el día cultural.






Ahora toca cine. Por fin voy a ver Eros (2004), el proyecto realizado por Antonioni, Soderbergh y Wai. Y he de decir que, exceptuando la parte del chino, que es magnífica (como de costumbre), el resto del film me decepciona mucho. Sólo Wai consigue que me interese la historia, que me gusten sus tristes personajes, que me intrigue lo que va a pasar, que me deje llevar por la música, siempre bien escogida, y por la belleza de las imágenes. Won Kar Wai nunca defrauda.




Y con ganas de Anticristo (Lars von Trier, 2009) me dispongo a ver Cinco condiciones, una perversidad ideada por el propio Trier y codirigida por JØrgen Leth en 2003. Se trata de rehacer el cortometraje de Leth titulado El hombre perfecto (1967) en cinco ocasiones, cada una de ellas marcada por diversas condiciones que ponen al danés contra las cuerdas al tener que darle varias vueltas de tuerca a todo el proceso cinematográfico. El resultado es genial. No se la pierdan.




* Fotografías Juan Muñoz: bolboreta.

miércoles, julio 29, 2009

¡DE REBAJAS!

¡Señora! No se vaya de vacaciones sin lectura. ¡Tres por uno! Repito: ¡tres por uno! ¡Estamos que lo tiramos!

martes, julio 07, 2009

I´M BACK!

Y con una crítica más en mi haber. Suma y sigue.

Coco, de la rebeldía a la leyenda de Chanel

miércoles, julio 01, 2009

DE TRES EN TRES

Entre que últimamente no tengo mucha ganas de escribir y que se me agolpan los estrenos visionados me temo que las próximas entradas tendrán la misma apariencia que ésta que ustedes leen en estos momentos tan amablemente. Ya digo que, ahora mismo, la labor de crítica aficionada no está en mi apetencias actuales (será el estío, será el sopor... c´est la vie), sin embargo no quería dejar pasar estos tres films sin mencionar algunas cosillas porque creo que merecen la pena. Y si más preámbulos vayamos al primero de ellos: Parque Vía (Enrique Rivero, 2008).





Se trata de un falso documental en el que Nolberto Coria interpreta su propia vida ante unas cámaras que le siguen por una casa de dimensiones ingentes y en la que vive solo como guardés de la misma.
Rivero ficciona los hechos, pero poco más hace a la hora de mostrarnos con crudeza, pero también curiosidad, los detalles de una historia que resulta desoladora: cuando la soledad es escogida porque no queda más remedio. Día tras día se suceden las mismas escenas, rodadas inteligentemente con el fin de no aburrir al espectador, la misma rutina. Pero, al contrario de lo que cantaba Bunbury antes de volar en solitario, no siempre es la misma función, al igual que no siempre el espectador es el mismo.
Una lucha de clases que no es tal, un amor por el trabajo bien hecho y por la fidelidad de decenas de años, un claroscuro que inunda las vidas de todos y cada uno de los escasos personajes que pueblan las imágenes de la película.
Y nosotros mirando impasibles, atentos a los posibles cambios (¿los hay?), tal vez con la mente sobrevolando las butacas de la sala, pero conscientes al fin y al cabo de que como Beto cada vez habrá más. Al tiempo.


Buscando evasión y atendiendo a los gustos partciulares de una misma, me acerqué a ver la última obra de Henry Selick, la maravillosa Los mundos de Coraline (2009) . Qué decir ante una película hecha a la antigua usanza, con una técnica, la de stop motion, que emociona siempre.

La película está basada en el libro infantil de Neil Gaiman, titulado Coraline y publicado en 2002. La historia es muy apropiada para el trabajo de Selick y - tengo que decirlo, tengo que decirlo - muy burtoniana: una niña que se muestra más adulta y sensata que los propios adultos, un mundo dual que se debate entre el bien / lo correcto y lo aburrido, y el mal / lo incorrecto y la diversión (al principio, claro está).

La animación es estupenda (desde los primeros balbuceos de la stop motion lo es) y los personajes muestran todo un catálogo de tipos, como es costumbre en este tipo de historias con moraleja. La inmersión en el mundo de la atrevida Coraline es total y, en esta ocasión, es precisamente su mundo, el que se debate por salir de la monotonía y la oscuridad, el adecuado (¡nunca unos botones provocaron tanto pavor!).

Siempre recomiendo este tipo de películas porque, además de ser un gustazo para la vista, hacen reflexionar - si uno quiere hacerlo, course - sobre las dualidades que tiene todo en este mundo. ¡Véanla, señores!

Y por último, la película británica Radio encubierta (Richard Curtis, 2009) - atención al título español, ¡qué chispa, madre! ¿Y qué me dicen del original (The Boat that Rocks)? Me mondo. - Curtis lleva a la gran pantalla la historia de un barco - emisora pirata, algo habitual allá por los años 60 en Gran Bretaña, donde la escucha de himnos musicales coreados por el mundo entero estaba mal vista por un determinado sector de la sociedad. Ante esta incomprensible medida se optó por este tipo de experiencias que fueron todo un éxito.

La película cuenta con una banda sonora de lujo ante la cual el espectador no puede dejar de tararear y mover los pies y lo que se pueda en la pequeña butaca de una pequeña sala de un pequeño cine. Porque en realidad el trabajo aquí mostrado se reduce a eso, ponerle imágenes más o menos interesantes a dicha música que, sin duda, es lo más importante del film. Un videoclip en resumidas cuentas.

La película te hace pasar un buen rato porque todo lo que se muestra en ella es divertido, incluso los malos momentos son tomados a guasa por el personal, interpretado magníficamente, eso sí, por un elenco de actores que dan cuerpo a los distintos pinchadicos (¿por qué ya no usamos esta palabra? Desde aquí reivindico que, por lo menos, cuando se hable de una historia de los años 60 se diga pinchadiscos cuando aquí eran las personas que ponían la música en los guateques a los que asistía la generación de mis padres), unos golfos de lo más simpático que te hacen sonreir constantemente.

Y poco más que decir, la verdad. Que está muy en la línea de lo realizado previamente por Curtis y que merece la pena ya sólo por la música (yo ya me he hecho con la BSO y la disfruto enormemente).

Y hablando de música les dejo hasta más leer. Sigan atentos a sus pantallas. Saludos señores.

martes, junio 23, 2009

¡A CUCHILLO!

Unos amigos están empezando a rodar por el mundillo del cortometraje. No os perdáis su ya premiada opera prima, A cuchillo. Intriga, sorpresas... y mucha ilusión.

¡Ánimo chicos!

miércoles, mayo 20, 2009

¡¡CE NI CI TAS!!

El pasado lunes me atreví a entrar en la sala 1 (siempre es la sala 1) con un poco de incertidumbre y mucho prejuicio. Lo sé, lo sé, no me regañen, pero es que es inevitable el ponerme mala de los nervios cuando de Dalí y Buñuel se trata.




¿Y bien? Pues mal o, mejor dicho, regular. Empezamos mal con el título (Sisterboy, esto va por tí). Si la película se ha rodado en inglés y se ha titulado Little Ashes, en español ha de ser Cenicitas, porque es la traducción correcta, porque es el título de una obra de Dalí y porque es el resumen perfecto para la película aunque más que cenizas nos vendan humo.

Dicen las malas lenguas que Philippa Goslett se ha documentado durante diez años - nada menos - para escribir un guión realista, adecuado. Y yo no puedo hacer más que reír y reír. Y me carcajeo porque al final del film se nos informa de que se ha basado en las memorias de Salvador Dalí. Y si tanto ha leído y se ha documentado sobre la vida de tres de los más grandes, estarán conmigo en esto, debería saber que no hay que darle mucho crédito a lo que diga el genio, no cuando se parapetaba bajo la máscara paranoico - crítica que había fraguado para evitar las heridas más letales, las de los sentimientos.



Dicho esto, comentar que a partir de aquí me niego a creerme casi nada de lo que en la película se afirma y menos de boca de los actores menos parecidos a dichos personajes que han podido encontrar (Javier Beltrán se salva y Arly Jover, cuya aparición es la sensación de la obra, también). ¿En qué demonios estaban pensando al escoger a Robert Pattinson para encarnar al pintor? ¿Qué le pasa a ese chico en la cara? ¿Habrá engullido un tarro de polvos de talco? ¿Será un vampiro real? No me lo creo nada, al igual que a Buñuel (Luis, ¿qué te han hecho?) y no hablo de parecidos exclusivamente.

Se pretende arrojar luz histórica basándose en leyendas, con imágenes falseadas y con poca documentación (véanse los atuendos de los madrileños que pululan por las calles cual espantajos de Carnaval. ¡Qué sombreros!) y menos vergüenza aún.

Qué decir de los poemas recitados por Federico García Lorca, anulados por una voz en off que los traduce al inglés. ¡Qué injusticia, madre!




Pero no todo va a ser inquina por mi parte. Reconozco una labor técnica importante, con imágenes muy hermosas aunque sin venir a cuento (véase el momento de la playa en Cadaqués, que rezuma luminosidad y composición "sorolliana", si es que así se puede decir).

También les reconozco la valentía de haber intentado dar voz y presencia a aquellos que nos han abandonado y que hoy, sociedad putrefacta, serían bienvenidos más que nunca.

lunes, mayo 18, 2009

TONTEANDO CON LA PERIFERIA

Fin de semana largo y multicultural. Decidí olvidarme de praderas, chulapos y ferias para dedicarme a lo mío, a lo mal llamado periférico.

Por un lado, el buen hacer de Lila Downs en las fiestas de San Isidro. ¡Qué voz la de esta señora y que fuerza a la hora de mostrarnos una creación dominada por el mestizaje y el folclore mexicano! Me gusta cómo nos canta sus percepciones acerca de la Tierra, cómo baja a tonalidades casi imposibles para una voz femenina y cómo grita con agudos chillones enraizados en la tradición de los indios, sean del norte, sean del sur. Me gusta cómo danza (yo lo hubiera hecho descalza, pero no estuvo mal). Me gusta cómo viste y como nos lanza sus collares. Me gusta la alegría de su rostro, infatigable tras varios bises. Me gusta Lila Downs y no sólo cuando canta fados. Ahora quiero ver a Lhasa.









Por otro lado la última película de Kim Ki – duk, Dream, todavía no estrenada comercialmente. Se trata de una vuelta de tuerca más a la hora de desentrañar los misterios del amor, un sentimiento que en el caso de Ki – duk parece ser imposible. Sin abandonar por completo filias y fobias, el surcoreano se deja por el camino ciertos elementos esenciales de la que ha sido su obra hasta hoy.
Las historias que nos ha estado contando este hombre están siempre entre los límites de la realidad y una ficción metafórica que aquí se ha llevado hasta extremos casi ridículos (el tema es raro, raro). Y todo por un sueño. Lo onírico lo impregna todo, desde las relaciones previas y destructivas que tenían los protagonistas hasta la unión de sus destinos de forma extraña.
Sin embargo, sigue teniendo ese punto de atracción inevitable, con planos bien construidos, imágenes hermosas (el plano de los amantes que no los son, ella tras el telón rojo y él tras el telón azul, es maravilloso y muy ilustrativo a la hora de definir lo que es y será su relación), la importancia que se le da a la palabra – la no hablada, as usual. Note el lector cómo la palabra es un elemento de capital importancia en el cine oriental -, el uso de los espejos como metáfora de la incomunicación, y novedades como la inclusión de las mariposas - ¡oh, bolboreta!
Me gusta la violencia gratuita con la que nos deleita siempre (asistí a ciertos momentos totalmente horrorizada, pero sin poder quitar los ojos de la pantalla), me gustan los actores (Jo Odagiri es todo un descubrimiento, sin embargo Park Ji a no me gusta nada en su papel de loca – en Aliento me encantó, una pena que aquí no esté tan bien), me gusta el estilo de un autor que me enganchó desde el principio.
Lo dicho, pese a determinadas pegas que le pongo yo, que le quiero tanto que no le paso ni una, la película merece el visionado. Y la espera de una próxima que desde aquí aguardo con impaciencia y que deseo sea más meditada (quince films en doce años queman a cualquiera. Tómese unas vacaciones, señor Ki - duk).





Y, finalmente, termino el fin de semana sintiéndome yo misma periférica, rodando alrededor del núcleo versado en patinaje. No me he caído pese a la inexperiencia y me pongo la meta de introducir la periferia dentro de un núcleo que ya nunca más lo será.





lunes, abril 20, 2009

GRAN TORINO



(Contiene spoilers).

- Take care now.

- You too.

- ¡Oh, yeah!

Lo he leído en todas partes, por activa y por pasiva, creo que hasta he soñado con ello. Harry el sucio ha vuelto, con unos años más encima, pero con la misma mala leche.

Clint – Wally (me gusta cómo Sue le rebaja los humos simplemente con un cariñoso diminutivo) masca tabaco, refunfuña durante toda la película y habla como si del doblador de la versión española de El caballero oscuro se tratase.

La historia de un hombre gruñón pero íntegro, que ha vivido mucho, como para que nadie le diga lo que tiene que hacer. Un papel con una fuerza importante como colofón a una carrera interesante como actor (le prefiero como director, esa es la verdad), con trabajos marcados por una rudeza que, en este caso, se resquebraja por todas partes. Cuando Walt advierte disparando con el dedo (¡grande Clint!), cuando emite gruñidos amenazadores propios de un gran cascarrabias, cuando se enfada porque se siente desplazado en un barrio que ya es ajeno después de toda una vida viviendo dentro de sus límites. Todo ello nos muestra el carácter de un hombre huraño porque lo ha visto todo, todo aquello que se puede ver a lo largo de una vida combatiendo en Corea, construyendo coches mecánicamente en la Ford, arreglando grifos y tejados por el vecindario. Y porque no ha sabido, no ha querido o no ha podido entenderse nunca con sus hijos. La muerte de la mujer más maravillosa del mundo destapa todos los males que habían sido ocultados con el velo de la tranquilidad que otorga la rutina.

Racismo, acoso, violencia, el recuerdo de una guerra terrible (¿cuál no?), pero también amistad, comprensión y tolerancia a pesar de unas diferencias, muchas.

Una película en la línea de las por él dirigidas, mostrando realidades a partir de pequeñas historias muy humanas y muy cercanas, a pesar de pertenecer a un país, el norteamericano, que cada vez se antoja más lejano, y no me refiero a la geografía.

En líneas generales, la película me gusta pero hay algo que me molesta, que acaba chirriando, y es esa heroicidad que resuena a martirio y que se concreta en la imagen final. Esa crucifixión invertida nos pone en la pista de un neo mártir inspirado en San Pedro, porque asimilarlo a Cristo ya sería demasiado. No me convence porque en el caso de Walt tal vez se deba a que ya no tiene nada que perder y eso, señores, no es un sacrificio, es hastío provocado por una vida que se ha vuelto insustancial.

Pretencioso final para el protagonista de una película que, como digo, es recomendable e inspiradora. No dejen de verla, amigos, es el testamento actoral de Tío Clint.

martes, abril 07, 2009

SER Y, A PESAR DE TODO, SER






¡Vamos a ver Hamlet!

No nos lo podemos perder si es Tomâz Pandur quien rubrica este nuevo montaje.
Ciertamente, tras haber asistido a la representación de Barroco, las expectativas son inalcanzables casi de tan altas.
Las lenguas se sueltan y cuentan cosas que no quiero escuchar. Quiero llegar a las Naves del Español, sentarme en mi butaca, lejos de mis acompañantes porque no hay más remedio, abrir bien los ojos, tener los oídos prestos. Sé que la sensorialidad va a ser un punto importante. Es lo que tiene ser una veterana en cuestiones de Pandur.
Una escenografía impactante en la que predomina el agua. Agua en la superficie, agua en el interior, agua que inunda, agua que desborda, agua que cae y que se remueve y ensucia. Agua.
Y manzanas, símbolo del deseo y del pecado. Todos muerden, luego todos lo son.
Blanca Portillo como un Hamlet asexuado, universal. Todos somos Hamlet (como me disgusta esta frase usada equívocamente con la mejor de las intenciones. Igual que un aplauso incomprensible al paso del ataúd).
Blanca Portillo desnuda, en cuerpo y alma. No hay nada más acertado para discernir cuál es el sentido último de la vida, una vida que, en ocasiones, escapa a nuestro entendimiento.
El catálogo de vicios es interminable, todo lo peor del ser humano en cuatro horas de espectáculo. ¿Quizás lo mejor? Para eso somos humanos y eso hace que lo seamos.
Amor, odio, pasión, hedonismo, traición, venganza… a cada cual sus males, que ellos se las compongan como puedan.
Pese a todo, una sale del Matadero (la frase queda que ni a propósito, aunque así sea) con la mirada alegre, con la vista alegrada (todo sea dicho) y con ganas de más. De más Hamlet, de más cabaret ambulante, de más Pandur. No sé si aguantaré hasta que estrene el epílogo de la trilogía, Medea.

¡Vayamos a por todas! ¡Acompáñame!

domingo, marzo 01, 2009

FELICES CIEN



Y para celebrar la primera centena de este blog cinéfilo que mejor que dejar de lado por un instante su objetivo habitual, cambiar de regsistro y hablar del resto de las Artes (algo que, por otro lado ya no resulta original ni transgresor en este espacio, pero me gusta).

Y es que necesito hablaros de un señor que me tiene atrapada en su aullido silencioso. Después de El grito de Edvard Munch, es el que Francis Bacon plasma en su obra el que más me atrae. Su pesadilla es subyugadora, inquietante, pero comprensible.


Confieso que nunca me había llamado la atención este artista, que no había sentido su llamada hasta que tuve la ocasión de admirar su obra en el Museo del Prado (no cambies nunca, por favor). No quise escuchar las explicaciones de la audioguía, me negué a tener una explicación previa para poder admirar con los ojos limpios de conocimiento una visión de la vida particularmente pesimista. Y ya lo creo que lo disfruté.



Los trazos, la creación de los espacios con dos líneas, los gritos que sugieren desazón y hastío, la descomposición de las formas, el homenaje al amante muerto (¡qué maravilla esa serie de las sillas y las sombras que premonizan la muerte venidera!), el estudio de los cuerpos a partir de las fotografías de Muybridge, la influencia del cine y de las imágenes contemporáneas en general... ¡Qué gusto de exposición! Os la recomiendo enfervorecidamente.


Por otro lado, también quería contaros mis impresiones tras ver otra maravillosa exhibición de creatividad y buen hacer. Con mucho interés me dispuse a ver la obra de Joseph Svoboda (no podría ser de otro modo si se trataba de un trabajo en el que participaba mi amigo F.).



Es impresionante el trabajo del checo, la poderosa imaginación que despliega a la hora de crear escenografías tan impactantes y sorprendentes que te dejan con la boca abierta. Previamente, el trabajo sobre papel (¡qué bocetos!) y su plasmación en deliciosas maquetas con movimientos preciosos y muy adecuados para las distintas obras: Hamlet, Tannhäuser, La gaviota,... clásicos universales totalmente renovados gracias a la visión espacial y conceptual de un hombre afable que desprende ilusión por su labor a cada palabra, en cada mirada.
La exposición estaba muy bien montada, con una iluminación cuidada y trampantojos que ayudaban a adentrarse en las creaciones de Svoboda. La pena es que no supiesen aprovechar al máximo los excelentes vídeos, especialmente la proyección a tres bandas, cuyo efecto hubiera sido realmente impactante.

Y tras estas recomendaciones para almas saludables y después de haber aparcado por unos días mis visionados habituales, ahora toca recuperarse y ver los nominados a los Oscar. En breve más y, espero que así sea, mejor.

domingo, febrero 15, 2009

SUMA Y SIGUE

Nueva aportación periodística en la revista Plataforma 21.

Claudia Llosa ha sido el descubrimiento del mes. Si tenéis ocasión no dejéis de ver La teta asustada. Dura y difícil pero necesaria, as always.


domingo, enero 25, 2009

MY BLUEBERRY NIGHTS


Un caleidoscopio de imágenes preciosas, tramadas esta vez con mucho diálogo. Esa es la conclusión que se extrae del visionado de My blueberry nights (2008), la última película de Won Kar - wai, rodada esta vez en EE. UU. y con actores norteamericanos.
He leído en alguna parte que se trata de un traslado de su imaginario particular al mundo yankee, lo que supondría una pérdida de identidad para muchos. Sin embargo yo no considero este viaje transoceánico de forma tan pesimista ya que, a juzgar por lo visto en la gran pantalla, el cineasta no ha vendido su alma totalmente.
El realizador chino conserva ese aura de misterioso esteta que decide sacrificar todo (o casi todo) en favor de la imagen preciosista. Y digo casi, porque es aquí donde radica la diferencia con respecto a su cine anterior (especialmente en comparación con joyas como 2046 - 2004), en la inclusión de los diálogos, unas palabras, prácticamente inexistentes con anterioridad, que ahora condicionan el devenir de la historia. No podría ser otra la concesión hecha a los americanos.
A pesar de ello, la película funciona bien, hasta el punto de lograr que el espectador se deje arrastrar por la tierna historia, por la voz de Norah Jones o del gran Otis Reading (no hay color, qué quieren que les diga, señores), por las actuaciones excelentes, una vez más por las imágenes que se congelan por momentos al tiempo que los alientos en el frío neoyorquino.
Una sale del cine con buen ánimo, con ritmo en el cuerpo, satisfecha por varias cosas. Me gustan las imágenes sublimadas con las letras de colores (esos momentos en la cafetería de Jeremy... Quisiera que la historia no hubiera salido de ahí en la hora y media que dura la película), me gustan los actores (Jud Law, cuando hace de canalla, seduce hasta límites insospechados, pero cuando hace de buen tío, sensible y detallista, es tan, tan, tan... ¡Qué me lo envuelvan que me lo llevo! Y qué decir de Rachel Weisz y Natalie Portman. Ambas emanan tanta fuerza que devoran la pantalla y a la propia Norah Jones, una colegiala ñoña a su lado), me gusta la música...
Y, aunque me sobre la historia de la jugadora Leslie, porque supone una ruptura dramática con el resto del film, me gusta la última de Kar - wai, what the hell!

jueves, enero 08, 2009

PENSAMIENTOS

"... un film de Bergman es una vigesimocuarta fracción de segundo que se metamorfosea y se dilata durante una hora y media.
El mundo entre dos parpadeos, la tristeza entre dos latidos, el gozo de vivir entre dos aplausos."
(Jean - Luc Godard).
Nada que objetar.

sábado, enero 03, 2009

MÁS AUTOBOMBO...

... qué se le va a hacer. Año nuevo, reseña nueva y colaboración nueva en Plataforma 21 (no os perdáis el resto de la revista, que está muy bien).

http://www.plataforma21.com/02_cine/02.dvd/el_intercambio.htm