miércoles, mayo 20, 2009

¡¡CE NI CI TAS!!

El pasado lunes me atreví a entrar en la sala 1 (siempre es la sala 1) con un poco de incertidumbre y mucho prejuicio. Lo sé, lo sé, no me regañen, pero es que es inevitable el ponerme mala de los nervios cuando de Dalí y Buñuel se trata.




¿Y bien? Pues mal o, mejor dicho, regular. Empezamos mal con el título (Sisterboy, esto va por tí). Si la película se ha rodado en inglés y se ha titulado Little Ashes, en español ha de ser Cenicitas, porque es la traducción correcta, porque es el título de una obra de Dalí y porque es el resumen perfecto para la película aunque más que cenizas nos vendan humo.

Dicen las malas lenguas que Philippa Goslett se ha documentado durante diez años - nada menos - para escribir un guión realista, adecuado. Y yo no puedo hacer más que reír y reír. Y me carcajeo porque al final del film se nos informa de que se ha basado en las memorias de Salvador Dalí. Y si tanto ha leído y se ha documentado sobre la vida de tres de los más grandes, estarán conmigo en esto, debería saber que no hay que darle mucho crédito a lo que diga el genio, no cuando se parapetaba bajo la máscara paranoico - crítica que había fraguado para evitar las heridas más letales, las de los sentimientos.



Dicho esto, comentar que a partir de aquí me niego a creerme casi nada de lo que en la película se afirma y menos de boca de los actores menos parecidos a dichos personajes que han podido encontrar (Javier Beltrán se salva y Arly Jover, cuya aparición es la sensación de la obra, también). ¿En qué demonios estaban pensando al escoger a Robert Pattinson para encarnar al pintor? ¿Qué le pasa a ese chico en la cara? ¿Habrá engullido un tarro de polvos de talco? ¿Será un vampiro real? No me lo creo nada, al igual que a Buñuel (Luis, ¿qué te han hecho?) y no hablo de parecidos exclusivamente.

Se pretende arrojar luz histórica basándose en leyendas, con imágenes falseadas y con poca documentación (véanse los atuendos de los madrileños que pululan por las calles cual espantajos de Carnaval. ¡Qué sombreros!) y menos vergüenza aún.

Qué decir de los poemas recitados por Federico García Lorca, anulados por una voz en off que los traduce al inglés. ¡Qué injusticia, madre!




Pero no todo va a ser inquina por mi parte. Reconozco una labor técnica importante, con imágenes muy hermosas aunque sin venir a cuento (véase el momento de la playa en Cadaqués, que rezuma luminosidad y composición "sorolliana", si es que así se puede decir).

También les reconozco la valentía de haber intentado dar voz y presencia a aquellos que nos han abandonado y que hoy, sociedad putrefacta, serían bienvenidos más que nunca.

lunes, mayo 18, 2009

TONTEANDO CON LA PERIFERIA

Fin de semana largo y multicultural. Decidí olvidarme de praderas, chulapos y ferias para dedicarme a lo mío, a lo mal llamado periférico.

Por un lado, el buen hacer de Lila Downs en las fiestas de San Isidro. ¡Qué voz la de esta señora y que fuerza a la hora de mostrarnos una creación dominada por el mestizaje y el folclore mexicano! Me gusta cómo nos canta sus percepciones acerca de la Tierra, cómo baja a tonalidades casi imposibles para una voz femenina y cómo grita con agudos chillones enraizados en la tradición de los indios, sean del norte, sean del sur. Me gusta cómo danza (yo lo hubiera hecho descalza, pero no estuvo mal). Me gusta cómo viste y como nos lanza sus collares. Me gusta la alegría de su rostro, infatigable tras varios bises. Me gusta Lila Downs y no sólo cuando canta fados. Ahora quiero ver a Lhasa.









Por otro lado la última película de Kim Ki – duk, Dream, todavía no estrenada comercialmente. Se trata de una vuelta de tuerca más a la hora de desentrañar los misterios del amor, un sentimiento que en el caso de Ki – duk parece ser imposible. Sin abandonar por completo filias y fobias, el surcoreano se deja por el camino ciertos elementos esenciales de la que ha sido su obra hasta hoy.
Las historias que nos ha estado contando este hombre están siempre entre los límites de la realidad y una ficción metafórica que aquí se ha llevado hasta extremos casi ridículos (el tema es raro, raro). Y todo por un sueño. Lo onírico lo impregna todo, desde las relaciones previas y destructivas que tenían los protagonistas hasta la unión de sus destinos de forma extraña.
Sin embargo, sigue teniendo ese punto de atracción inevitable, con planos bien construidos, imágenes hermosas (el plano de los amantes que no los son, ella tras el telón rojo y él tras el telón azul, es maravilloso y muy ilustrativo a la hora de definir lo que es y será su relación), la importancia que se le da a la palabra – la no hablada, as usual. Note el lector cómo la palabra es un elemento de capital importancia en el cine oriental -, el uso de los espejos como metáfora de la incomunicación, y novedades como la inclusión de las mariposas - ¡oh, bolboreta!
Me gusta la violencia gratuita con la que nos deleita siempre (asistí a ciertos momentos totalmente horrorizada, pero sin poder quitar los ojos de la pantalla), me gustan los actores (Jo Odagiri es todo un descubrimiento, sin embargo Park Ji a no me gusta nada en su papel de loca – en Aliento me encantó, una pena que aquí no esté tan bien), me gusta el estilo de un autor que me enganchó desde el principio.
Lo dicho, pese a determinadas pegas que le pongo yo, que le quiero tanto que no le paso ni una, la película merece el visionado. Y la espera de una próxima que desde aquí aguardo con impaciencia y que deseo sea más meditada (quince films en doce años queman a cualquiera. Tómese unas vacaciones, señor Ki - duk).





Y, finalmente, termino el fin de semana sintiéndome yo misma periférica, rodando alrededor del núcleo versado en patinaje. No me he caído pese a la inexperiencia y me pongo la meta de introducir la periferia dentro de un núcleo que ya nunca más lo será.