martes, marzo 16, 2010

AND THE WINNER IS

El sargento Thompson (Guy Pearce) salta por los aires tras un error fatal.


He vuelto con fuerza y con ganas de guerra. Y nunca mejor dicho porque la protagonista de esta reseña es la triunfadora en la pasada gala de los Oscar 2010, The hurt locker (Kathryn Bigelow, 2008).

Lo primero de todo es darle el reconocimiento que se merece por derrotar contra todo pronóstico a la megaproducción de James Cameron, Avatar (2009) - dejemos el morbo y el cotilleo de lado, por favor. No puedo establecer comparaciones puesto que me resisto, pese a todo, a visionar cualquier cosa que tenga que ver con Pandora, pero me alegro en cualquier caso de que Bigelow haya sido la primera mujer en recibir un Oscar a la mejor dirección y con una película que, a simple vista, parece polémica. Sin embargo, no lo es. Y puede que éste sea su peor fallo.

Aviso de spoilers.


Pero empecemos por el principio y seamos justos. The hurt locker nos habla de un determinado grupo de soldados, la compañía Bravo, que se dedica a desactivar bombas en Iraq. Desde el primer momento se nos informa de que no les quedan muchos días para finalizar su misión, sin embargo las cosas cambian cuando un ¿error? provoca la muerte del sargento Matt Thompson (Guy Pearce). Es en ese momento cuando llega el sargento James, una especie de loco temerario que no parece asustarse ante nada pero que, sin embargo, actúa bajo patrones bastante lógicos, como cuando afirma ante una bomba de enorme potencial destructivo que el traje protector sólo le sirve para trabajar incómodo porque si estalla morirá de todos modos. Pero sus compañeros, el sargento Sanborn y el especialista Eldridge, no lo ven así. Y éste es uno de los hilos argumentales de la historia: ¿hasta qué punto deben obedecerse las órdenes de un superior cuando éste rechaza cualquier tipo de norma?

Así, asistimos a un tira y afloja entre James y Sanborn (Eldridge pasa prácticamente de todo, que bastante tiene con lo suyo) que no deja de lado la camaradería: James demuestra que es un gran tipo, un poco loco, sí, pero que sabe cuidar de los suyos a su manera.

Con esta historia, y éste es otro de los hilos argumentales, Bigelow nos muestra cómo la acción y el peligro pueden dar lugar a una adicción a la adrenalina, tan potente como cualquier droga. El sargento es la prueba de ello y el espectador comprueba cómo no duda en sacrificar el resto de su vida por poner a salvo la de otros, sean compatriotas o no.

Y es aquí donde hallo el punto débil de la película que, por otro lado, está bien realizada, de forma casi documental, con cámara al hombro trepidante, iluminación natural y efectos especiales muy reales. Porque lo fácil es mostrar a los norteamericanos en Iraq cual elefantes en una cacharrería, siendo juzgados por los habitantes de un país que asisten a la desactivación de las bombas con las cejas enarcadas, que se comportan como héroes que tratan de salvar el mayor número de vidas posible y que no dudan en morir si la misión lo requiere. Lo cómodo es ser complaciente con los tuyos, mimarles con ternura, y tratarles como una madre que presume de hijos ante las vecinas. "Pues mi hijo desactiva bombas en un país lejano, para que luego digan que si invasión, que si tal, que si cual".

Pues no, Mrs. Bigelow, lo suyo hubiera sido ganar un Oscar con un film políticamente incorrecto, con el que se metiera el dedo en la llaga de los EE. UU. mostrando la barbarie en un país destrozado, humillado y dejado a su suerte, por muchas bombas que se desactiven, que eso no lo pongo en duda. De haberlo hecho así, el mérito sería enorme y la película quedaría en el imaginario colectivo, cosa que no sucederá porque, como me pasa a mí misma, estas imágenes se olvidan pronto pese a la crudeza de alguna de ellas.

Pero hay más cosas que me molestan, como por ejemplo las secuencias interminables (el momento en que abaten al especialista y, hasta que lo rescatan, se me hizo eterno; o las escenas en las que se muestra la humanidad de James que, aunque necesarias para entender el complejo carácter del protagonista, se antojan ñoñas y excesivas) o esos cameos innecesarios ya que tanto Guy Pearce como Ralph Fiennes mueren a la primera de cambio (por no hablar de Evangeline Lilly que no sé muy bien qué pinta en esta película). Nunca he entendido esta forma de actuar que no deja de ser un truco barato para conseguir el favor del público (y con esto me refiero a lo cameos de milésimas de segundo).



El trasero de Ralph Fiennes que es, básicamente, todo lo que nos muestra en la película.


Pese a todo ello (no entiendo la mecánica de los Oscar, señores, qué se le va a hacer) he de reconocer que la película me entretuvo (aunque le falte tensión), y que si algo disfruté en la butaca fue gracias al trabajo de los actores. El mérito es de gente como Anthony Mackie, Brian Geraghty y, muy especialmente, Jeremy Renner, al que ya conocíamos por su excelente trabajo en En tierra de hombres (Niki Caro, 2005).



El sargento James (Jeremy Renner) haciendo de las suyas.


Una película más de guerra, desde otro punto de vista si quieren, esa es la conclusión a estos pensamientos. Lo único que la hace distinta es que sus artífices han recogido varios Oscar. Qué se le va a hacer.


domingo, marzo 14, 2010

CUANTOS COMO ELLOS...




Una foto para dejar constancia del agravio de nacer en una clase de segunda. Una foto como souvenir para aquellos que no se lo quieran creer.


Con motivo del fallecimiento de uno de los nuestros, uno de los grandes, Miguel Delibes, se emitió una de las 10 adaptaciones que de su obra se han hecho, y una de las mejores películas del cine español de todos los tiempos. Los santos inocentes, realizada por Mario Camus en 1984, es tan especial que es pensar en ella y comenzar a experimentar muchas emociones. Así que me dispuse a verla por tercera o cuarta vez (y las que quedan).

No he leído el libro (supongo que lo haré en algún momento), así que no puedo saber si la adaptación es correcta pero me fío de la palabra del maestro que dio el visto bueno a la película e, incluso (y según contaba Alfredo Landa en Versión Española, durante el coloquio de un día de 2006), a los actores que encarnan los tipos que recrea en su libro. Una novela rural, de costumbres, característica que el autor pucelano hizo propia a lo largo de su obra, con unos personajes muy definidos y contrapuestos, marcando la diferencia de caracteres que nos podemos encontrar a lo largo de la vida, creando un pequeño universo perdido de la mano de Dios.

Sin embargo, al principio de la película se nos hace partícipes de la localización de la historia. Ésta se desarrolla en Zafra, como bien vemos en el cartelón de la estación, desde la que, como si de un homenaje hacia la entrada del tren en la estación de la Ciotat de los Hermanos Lumière se tratase, vemos llegar el tren que ha de traer de vuelta a Quirce, el primero que nos muestra su visión de los hechos. Porque la historia, lejos de ser lineal y simple, está estructurada a través de una serie de flash backs según los recuerdos de cada uno de los miembros de la familia de Paco el bajo. Bueno, todos no, porque lo que Régula piensa no lo vemos, quizás porque sus miradas y silencios sean demasiado evidentes en todo momento. No lo sé, pero siempre me he preguntado el porqué. Quirce y Nieves son los hijos, junto con la niña chica, que huyen del cortijo en cuanto pueden, y no se lo podemos reprochar en ningún momento, aunque sí las actitudes hacia sus padres. Cada vez que veo cómo el chico se marcha de nuevo sin despedirse de su padre, tal vez para no regresar nunca, me hierve la sangre en las venas. No lo puedo comprender pero su carácter es así. Nieves es igual de callada pero parece ser más cumplidora con sus progenitores; sin embargo también prefiere cambiar de aires y marcharse a la ciudad en busca de una vida mejor. La pregunta que siempre me viene a la mente es si reniegan de sus padres, si se avergüenzan de todo lo que han pasado y habrán de pasar.

Paco el bajo. Landa definía su actitud y la del resto de la familia (Régula y Azarías) como amor, el más puro de todos. Y sólo así ésta es comprensible, sólo así podemos entender que no reaccione ante todos los desplantes que recibe del señorito Ivancito, desagradecido donde los haya. Habrá de ser Azarías, con su "miaja inocencia" el que haga justicia al fin, lo que todos deseamos suceda desde el inicio del film. Tanta miseria consentida, tanta desgracia junta, tanta tristeza engarzada en las miradas no es comprensible para aquel que sigue la historia de esta familia desde el sofá de su casa.




Azarías, el mayor de los inocentes, el mayor de los valientes.



Creo que la historia es harto conocida por los lectores que aquí se asoman por lo que no quisiera contar nada más, evitando colgar el habitual cartel de spoilers. Decir que se trata de una confrontación entre clases sociales donde los poderosos ejercen su mando con tiranía y los desafortunados acatan sin límites. Sólo comentar un par de datos, entre los que quiero destacar la labor actoral. Ayer pensaba en cómo un actor puede estar sublime en una película y en otras no destacar tanto y llegué a la conclusión de que esto depende de muchos factores pero el más importante es, sin duda alguna, el director. Mario Camus hace una excelente labor de dirección de actores en la película y ellos responden con maestría, regalándonos interpretaciones inolvidables. Paco Rabal, Alfredo Landa, Terele Pávez (¡qué porte, señores!), Juan Diego, Agustín González (cómo le echo de menos...), Mary Carrillo... Todos hacen de sus papeles pura verdad logrando extraer exclamaciones de rabia mal contenida en quien estas líneas escribe. Es tan bueno su trabajo que consigue que nos alteremos ante las injusticias y atropellos que se cometen contra los pobres desheredados de la tierra. Al visualizar el título de Fin sólo cabe alzarse del asiento y aplaudir. ¡Bravo!

Y qué decir de la fotografía maravillosa, como siempre, de Hans Burman. Son esas luces y sombras, esos amaneceres cubiertos de niebla, esas carreras alegres en los juegos de Azarías las que ofrecen el contexto necesario a la hora de imaginar a los personajes que pueblan el cortijo y sus alrededores, hasta llegar a La raya, lugar maldito donde se aparta a aquellos que no se quiere cerca más que para ordenarles hasta llegar al absurdo, a lo irracional de un hombre que se sabe superior por no sé cual ley natural.

La película es magistral, sin duda alguna. También sé que la materia prima lo era ya. Y hoy ya no contamos con su autor. Descanse en paz, Miguel Delibes.

sábado, marzo 13, 2010

ALL BY MYSELF


Cartel de la película.

Hace algunos meses me hablaron de una nueva adaptación de una novela de prestigio, La carretera, escrita por el Pulitzer Cormac Mccarthy en 2006. Por las explicaciones que me dieron (no había leído el libro) me pareció que tenía un argumento interesante y me gustó el hecho de que fuese una historia pequeña (en el buen sentido de la palabra) protagonizada por Viggo Mortensen. Y ahí quedó la cosa.
Pasó el tiempo y estrenaron la película realizada por John Hillcoat (2009) y yo seguía sin haberme leído el libro. Y decidí que no la vería hasta que no lo hiciera. Por primera vez en mi historia este factor de desconocimiento del material previo me parecía una ofensa para la obra y para mí misma, así que me compré el libro (no podía esperar a verlo en un estante de la biblioteca cuando sabía que el best seller sería devorado una y otra vez por ávidos lectores) y, feliz por comprobar su escaso número de hojas, me dispuse a leerlo con ganas.
Y me alegro de haberlo hecho por dos motivos, principalmente: el primero, porque disfruté con su prosa, mucho, y me emocioné, más aún, con la historia (ya no es tan pequeña, ahora es inmensa); el segundo, porque ahora puedo juzgar la película con más autoridad, si es que se puede considerar que tengo tal.
McCarthy ideó una distopía trágica y profunda al narrar el fin del mundo y la lucha de algunos supervivientes que no cejan en su empeño de aferrarse a la vida por muy dura que ésta sea. El trabajo del escritor norteamericano es brillante a la hora de describir la terrible situación de un padre y su hijo perdidos de la mano de Dios en un mundo gris y ceniciento, donde el ser humano ha sido despojado de la poca humanidad que le quedaba, donde los instintos de supervivencia han borrado todo atisbo de racionalidad, donde los padres son caníbales para los suyos, donde el mundo se derrumba al paso de los pocos que resisten. La visualización de lo que en la novela se narra resulta realmente fácil para el lector (por lo menos en mi caso así fue) y, a pesar de que el padre ya tenía el rostro de Viggo Mortensen, pude recrear en mi mente todas y cada una de las situaciones que allí se narran.
Pues bien, tras haber quedado satisfecha con la lectura, comprenderán ustedes que las ganas de ver la película eran poderosas en ese momento. Así que me dispuse a acudir al cine a horas intempestivas con el fin de no ser perturbada por nada ni nadie, me acomodé en la butaca elegida y me dispuse a disfrutar. Y ya lo creo que así fue.




Lo que un padre está dispuesto a hacer por un hijo (Viggo Mortensen y Kodi Smit-McPhee).

Lo primero que quiero destacar es la maravillosa fotografía. Javier Aguirresarobe, orgullo del cine patrio, hace un trabajo excelente a la hora de ilustrar una tierra apocalíptica. Los tonos ceniza que consigue con su pericia de artesano curtido a base de buen hacer casan a la perfección con aquellas imágenes mentales. La puesta en escena es realmente creíble, al igual que la caracterización de los actores, y la desolación hace acto de presencia desde el primer fotograma, logrando que el espectador se encoja un poco en su asiento.

La adaptación del texto (labor efectuada por Joe Penhall) consigue que lo que se encoja por momentos sea el corazón. La fidelidad es mucha (la historia sigue una linealidad clara a partir de los sucesos en el tiempo, siendo interrumpida por determinados sueños del padre a modo de flash backs, útiles a la hora de situar al espectador, de igual manera que sucede en la novela) a pesar de algún pasaje que en el libro está menos dibujado y que considero innecesario por su buscado efecto lacrimógeno (y porque sino Charlize Theron iba a cobrar por nada en absoluto). Y no hay nada que objetar más allá de que el inicio de la película se antoja apresurado. Pero entiendo la intención del director puesto que en la novela se suceden pasajes iguales (algo correcto y perfectamente comprensible puesto que en ese mundo todos los días lo son) y el peligro de aburrir al espectador era obvio (aunque a mí me hubiese gustado. Ya saben que soy de las que disfruta viendo crecer la hierba).

Michael K. Williams es uno de los malos a su pesar.

El trabajo actoral también es reseñable. Viggo Mortensen parece haber nacido para meterse en papeles difíciles, personajes de caracteres rudos y violentos (cuando han de serlo), ariscos pero honestos y leales, y aquí no hace una excepción. Su encarnación como padre protector de los suyos, sobrepuesto (a la fuerza) a la tragedia de no saber retener a la mujer que ama porque las cosas vienen mal dadas y ha de ser fuerte para acompañar a su hijo hacia el lugar que considera mejor para salir adelante. Un hombre íntegro, que ha de "llevar el fuego" hasta el final.
Y un hijo, interpretado por Kodi Smit-McPhee, que no se queda atrás y que aprende a luchar por su vida (a la fuerza pero así es). El pequeño le da la réplica a Mortensen con soltura y no se arreda ante un Robert Duvall prácticamente irreconocible y que da vida (es un decir) a uno de los personajes que se encuentran a lo largo de su tormentoso periplo hacia el sur. Él es Eli, el único personaje que tiene un (significativo) nombre.

La historia que se nos cuenta, en el libro y en la película, es desmoralizante a ratos (digamos que se trata de un experimento para comprobar como reaccionaría nuestra sociedad ante una situación extrema y el resultado, además de previsible, no es nada halagüeño) pero también reconfortante porque pone de manifiesto que hay lazos que jamás se rompen.
Una película recomendable, sin duda, pero no dejen de leer. Antes o después. Lo mismo da.

A modo de posdata les indico, queridos lectores, que si lo desean pueden hacer sus aportaciones en forma de comentarios acerca de películas como Precious, Celda 211, An education, La mujer sin piano, The lovely bones... ya que no creo que haga reseña de las mismas por falta de tiempo-fuerzas-ganas, como quieran llamarlo. Sin embargo, sepan que entraré gustosamente al trapo, lo saben de buen píxel, si me consideran candidata para sus debates. Mañana más.