miércoles, septiembre 21, 2011

EL ÁRBOL DE LA VIDA




Después de varios días leyendo demasiadas historias sobre lo sucedido en las salas de cine acerca del estreno y visionado de El árbol de la vida (Terrence Malick, 2011) mentiría si dijese que no he ido al cine dispuesta a verificar toda esa información. Son las cosas que me suelen pasar porque no me dejo guiar por la opinión de los demás en cuanto a gustos cinematográficos se refiere. Y no es debido a nada en concreto sino que creo que la subjetividad no es más que eso, una visión propia de las cosas. Tú la tuya y yo la mía.

Así pues, me dispuse a acomodarme en la última sala del cine, envuelta en chaqueta y foulard (atuendo imprescindible para cualquier cinéfilo de bien en días de todavía verano), rodeada de gente que, supongo, tenía la misma curiosidad que una servidora. Porque es llamativo que haya cola a las puertas del cine un martes a las cuatro de la tarde.

Pese a la hora, he de decir que ni me dormí ni me marché de la sala encolerizada. Es más, nadie lo hizo y nadie aplaudió enfervorecidamente al ver, al fin, los títulos de crédito. Sólo pude escuchar un sutil comentario que me hizo sonreír. Y es que dos mujeres mayores comentaban que no habían entendido nada pero que la película era "bonita". Sonrío de nuevo.

Vamos a empezar por el principio, no quiero emular a Malick y provocar que salgan de este su blog gritando que leer esta entrada es peor que ver un documental (aunque se sorprendan se han dicho cosas todavía más graves sobre la película. Créanme, no exagero).
Dejando un poco de lado la ironía, quiero ponerme seria porque considero que cosas como ésta provocan más daño que risa. Y me refiero a toda esta polémica absurda que se ha creado a raíz del estreno del film: que si es la película del año, que es si como ver crecer la hierba, que si Malick se había fumado algo, que si le voy a poner un piso al director, a Brad Pitt y al árbol... No entiendo nada, señores. No sé qué espera la gente a la hora de ir al cine; bueno, sí: acción, carne y violencia, así en general y, en particular, películas que hagan pensar o que emocionen, más allá del mainstream. Pero es que resulta que no todo es así. Que a veces hay un señor que, por lo que sea, goza del favor (y el dinero) de ciertos productores (eso cuando no ha de recurrir a su propio bolsillo, lo cual no es tan raro) y hace la película que quiere hacer sin pensar en nada más. Y a este señor le da exactamente lo mismo lo que piensen los otros porque, además, tiene la suerte de que se le conoce en el mundillo y son muchos de los críticos que le tienen en el punto de mira, esperando a ver qué hace para darle tal o cual premio (la película ha sido Palma de Oro en la edición de Cannes 2011). Así son las cosas, gusten o no.

¿Cuál ha sido el problema en este caso? Pues quizás el hecho de que salga Brad Pitt en la película. Sí, sé que es muy fácil achacárselo todo a él, pero creo que en resumidas cuentas, así es. Mucha de la gente que ha ido (e irá) al cine lo hará condicionada porque participa el actor de moda. Y volverá a su casa sintiéndose estafada, lo cual no es muy justo porque la publicidad no es engañosa. Los creadores del film creen en su obra y la defienden. No hay más. Creo que el debate va más allá de El árbol de la vida y deberíamos preguntarnos por qué vamos al cine a ver determinada película y por qué nos fiamos de lo que se dice en la prensa. Pero quizás éste es un tema para otro post y veo que me estoy saliendo del asunto que nos ocupa.

Entrando un poco en la película en sí, he de decir que no me aburrió ni me provocó las ganas de levantarme de la butaca, no obstante, tampoco es una obra que vaya a recordar por mucho tiempo, por varios motivos.

¡OJO! Empiezan los spoilers, no digo más.

En primer lugar, no se trata de una película clara porque no se sabe en ningún momento dónde quiere ir a parar el director. La parte más argumental del metraje no empieza hasta pasada la mitad de la película y el resto está conformada por una concatenación de imágenes, hermosísimas, eso sí, que pretenden explicar de forma absurda la Evolución con una síntesis que haría de igual manera, o mejor, un niño de 10 años.
Parece ser que Malick quiere hacer un ejercicio metafísico acerca de que es la Vida, así con mayúsculas, y para ello pasa de lo particular (la vida de Jack O´Brien) a lo general (el Universo) , y viceversa, partiendo de los recuerdos del personaje que interpreta Sean Penn (Jack). El problema está en las transiciones, en esas evocaciones filosóficas que distraen la atención del público con tanta llamarada, tanta nube de humo y tanto dinosaurio. Y distraen porque te sacan de la historia, supuestamente con un motivo que, al no ser claro, provoca ese distanciamiento. Sin embargo es de justicia reseñar la labor del director de fotografía, Emmanuel Lubezki, cuyas imágenes en conjunción con la música de Alexandre Desplat han logrado provocar emociones en quien esto escribe.








Pese a todo, no dejo de pensar en cómo resultaría la película sin estos "añadidos", si sería interesante, si más o si menos.
Porque a mí me ha interesado el argumento, la historia de esa familia numerosa creada por un padre autoritario e injusto y una madre dulce y amantísima (estupenda Jessica Chastain) y, especialmente, las inquietudes de ese pequeño Jack (Hunter McCracken inicia con esta película una prometedora carrera), que descubre la vida inmerso en ese marco familiar.
Me gustan las interpretaciones (no me voy a meter en ello pero todos los actores están bien en sus papeles), me gusta, mucho, como ya he dicho antes, la fotografía y que se hagan planos arriesgados buscando más la estética que la narrativa, me gustan momentos como el de la pelea familiar donde Pitt se luce y los movimientos de cámara son estupendos, me gusta incluso el momento final (que no la resolución) donde las imágenes de la familia rodeada de gente con la banda sonora ponen los pelos de punta...

Pero hay cosas que no me convencen y una de ellas es esa resolución de la que hablo. Porque, de repente, se pasa de esta familia que ha de mudarse a un final abrupto donde el Jack adulto se reencuentra con sus padres, hermanos y consigo mismo en formato infantil en un mundo irreal, divino quizás (esto sería interesante tratarlo pero no me veo capaz de hacer una disertación sobre religión y ciencia), donde todo está bien y nada se parece a la vida real que lleva ya de mayor. Vida que, todo sea dicho, debemos intuir porque esta parte protagonizada por Penn es insignificante y nulamente aclaratoria. No es de extrañar que el propio actor se sienta molesto con el resultado del film y haya hecho estas declaraciones.
Tal vez pase como ya sucedió con La delgada línea roja (1998) y Malick haga un nuevo montaje (no estaría nada mal que repensase ciertos aspectos, en mi humilde opinión). No lo sé pero lo que hay por ahora es lo que se debe calificar.

Y mi valoración final es que se puede ver pero no será muy recordada. Ustedes dirán.